Al autor de este artículo no lo conozo, pero me apunto a todo lo que dice como si yo lo hubiese escrito. Solo me mueve a reproducirlo alguna pequeña coincidencia, como que lo conocimos personalmente
Extraido DEL DIARIO CLARÍN
EL
TITULO DE ESTE ARTÍCULO ES: BORGES EN SU CIUDAD
Como esta columna le
debe su título al verso extraordinario de Jorge Luis Borges, abundaré en mi
homenaje con un par de reflexiones respecto al que considero el más inteligente
de los escritores hispanoparlantes de los siglos en que he vivido y entre los
que he leído. Sospecho que Borges dejó su cuerpo reposar en Ginebra como un
gesto de ecuanimidad, convencido de que su alma quedaba para siempre en
nuestras calles. Acá prosperan las estrofas atadas a las veredas de Guatemala,
Serrano, Paraguay, Gurruchaga. Las milongas, las reflexiones, y la certeza de
que a esta ciudad en parte la fundó él.
Sólo una vez tuve el
placer de escucharlo en persona. Como Fontanarrosa, cada una de sus réplicas o
afirmaciones configuraban un espontáneo stand up. Cuando entró, en la sala de
un club de la calle Tucumán, todos nos pusimos de pie para aplaudirlo, y Borges
le dijo al señor que lo acompañaba: “Mire cómo lo aplauden”. Ni agresivo ni
demagógico, sincero hasta la médula; sin aspavientos ni subterfugios, siempre
brillante.
A menudo sufrió la
desestimación como pensador político o intelectual, que lo fue sin remedos ni
tapujos. El aporte de la inteligencia de Borges a la política argentina y
mundial aventaja en mucho a la proporción de sus deslices. Borges encabezó
intelectualmente el individualismo antinazi en Argentina, en oposición a la
línea jauretchiana y pronto peronista, que favorecía la neutralidad, cuando no
el filo nazismo.
Los textos antinazis
de Borges, como Anotación al 23 de agosto de 1944- “el grado físico de
mi felicidad cuando me dijeron la liberación de París”- deberían formar parte
de cualquier antología recordatoria de aquel tiempo en que se debatió la suerte
del planeta: los escribió en la coyuntura, sin temor ni reparos. Desde entonces
y hasta hoy, esa era la posición definitoria para un intelectual: quienes asumieron
un bando o el otro, definieron su destino.
Luego, cuando en los sesenta la locura
guevarista asoló América Latina, otra vez Borges salió al rescate del valor de
la vida, del verdadero coraje, de la libertad. Cuando la muerte de Guevara de
la Serna Lynch, en octubre del 67, un insolente quiso interrumpir la clase de
literatura inglesa de Borges, para rendirle pleitesía al fallecido. Como Borges
no se arrodillaba ante nadie y decidió seguir dando su clase, el inquisidor lo
amenazó con cortarle la luz. Borges replicó: “He tomado la precaución de ser ciego esperando este momento”.
Borges fue un
visceral y racional amigo de Israel. Cuando el pequeño
país de los judíos vio amenazada su existencia, una y otra vez Borges, a
despecho de una izquierda que se aliaba con los más poderosos y de una derecha
nazi que proseguía el esfuerzo del genocidio, alzó su voz en defensa del
pequeño pero justo David. Escribió una de las metáforas más precisas que haya
inspirado ese renacimiento, en Israel, 1967: “Hermoso como un león al
mediodía”.

Cuántos millones nos hubiéramos ahorrado si su eco hubiera eclipsado la comparsa de los Kirchner. Pero quizás en esta nueva oportunidad que nos dimos de no ser gobernados por Maduro ni dominados por los terroristas iraníes, haya influido la lejana voz del maestro, con sus huesos en Ginebra y su alma en Buenos Aires, invitándonos una vez más a los claroscuros de la libertad.
FIN
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COINCIDENCIAS con este
Autor: como él, a Borges lo vi sólo 2 veces.
Una en su casa de la calle
Maipú o Viamonte, muy cerca de Florida, invitado por la profesora de Literatura
que teníamos en ese año del Colegio Nacional de Buenos Aires, y que era una afortunada miembro del “Cuerpo de Lectores Voluntarios” que lo
frecuentaba, porque ya la madre de él, no podía leerle más. La profesora contaba que
la gente docente de la Facultad de Letras, se peleaban por ir a leerle, verlo y
escucharlo…
La otra vez
que lo vi, fue invitado con otros Compañeros del Colegio, en una clase en la vieja Facultad de Filosofía y
Letras de Bs.As hablando sobre la antigua literatura inglesa y el Gaélico
(idioma, creo, antecedente al Inglés que él dominaba). El aula, repleta de alumnos.
Ambas reuniones
inolvidables y recordadas muy frecuentemente.
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